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La pobreza tiene rostro

Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza

Luis F. Sánchez Cáceres , delegado
territorial de la Fundación Internacional
de Derechos Humanos en España (UE)

Luis Francisco Sánchez Cáceres

Cuando estamos inmersos en la era digital y tecnológica, hablar de la pobreza que afecta a millones de personas en todo mundo debería sacudir nuestras conciencias y hacernos plantear, de una vez por todas, qué podemos hacer para acabar con ella.

Es cierto, la pandemia ha supuesto una crisis sanitaria sin precedentes y, sin duda, también una fuerte crisis económica. Por primera vez en dos décadas, los niveles de pobreza y desigualdad han aumentado y sus consecuencias afectarán a millones de personas en todo el mundo cebándose, una vez más, con quienes son más vulnerables ante la falta de medidas de protección social.

Los datos son tan evidentes como preocupantes. Como consecuencia de la crisis del Covid-19, más de 150 millones de personas volverán a estar por debajo del umbral de la pobreza que ya afecta, en total, a casi el 20% de la población mundial. Es decir, alrededor de 1.500 millones de personas viven bajo el umbral de pobreza o en la pobreza más extrema. Una situación que, además de aumentar su exposición al virus Covid-19, les dificulta el acceso a una vivienda digna, a servicios sanitarios, a una educación de calidad y a una alimentación saludable, ante la ausencia de acciones y programas de desarrollo sostenible combinados con la inexistencia de voluntad política para corregir la falta de justicia social. Todo esto unido al aumento de la discriminación y la criminalización de quienes sufren la pobreza en su día a día y que ven vulnerados sus derechos y su dignidad inviolable como seres humanos.

Así es, la pobreza tiene rostro. Mujeres, niñas y niños, migrantes y refugiados junto con las minorías étnicas, nacionales y religiosas de todo el mundo son los principales grupos de población que se ven afectados por los distintos niveles de pobreza. Una pobreza que también afecta a otros grupos como al Colectivo LGTBIQ+ y, muy especialmente, a la Comunidad Transgénero. Cuando en estos días también celebramos el Día Internacional por la Despatologización de la Transexualidad, hemos de recordar que las Personas Trans, además de sufrir los mayores niveles de violencia, rechazo, odio y discriminación, también sufren las mayores tasas de pobreza estructural y unos niveles de desempleo que superan el 80%.

Debemos reaccionar. A pesar de las enormes dificultades, es ahora cuando tenemos que exigir a todos los gobiernos del mundo una respuesta conjunta si queremos acabar con la pobreza. Una pobreza que, al igual que la pandemia, no entiende de fronteras. Y, por supuesto, tampoco podemos olvidar los efectos del Cambio Climático, que, sin duda, también contribuye al aumento de la pobreza en todo el mundo.

Ninguna pandemia puede servir de excusa para no acabar con la pobreza. De hecho, no existen excusas. Ninguna.

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